LUTO NACIONAL
Por Comunicación Social publicado 2020-03-10

POR: ALEXANDRA DANIELA CID GÓNZALEZ
Ayer mi esposo me dijo que revisando el Facebook había tres imágenes seguidas de alerta ámber por niños y niñas desaparecidos, una de ellas de la misma ciudad en la que vivimos. Luego, abrí el twitter y me encontré con tres más de mujeres y hombres a los que sus familias buscaban, todo en un lapso de cinco minutos.
Tenemos dos niñas, alegres, divertidas y con un amor inmenso por la vida. Nosotros, nos hemos acostumbrado ya a vivir a la defensiva, si salgo sola con ellas, le aviso a mi esposo en todo momento a donde vamos y le mando mi ruta en WhatsApp para que vea en tiempo real donde estamos, al llegar a un lugar, me siento de frente a la puerta para ver quién entra y localizo las rutas de evacuación más próximas; procuro no salir de noche, ni con ellas, ni sola; les damos incontables recomendaciones sobre no irse con extraños y qué hacer si alguien quiere llevárselas, donde están los límites que alguien puede tocar en su cuerpo y nos esforzamos en construir confianza con ellas para que sepan que pueden decirnos si alguien les hace algo que las haga sentir incómodas y les reiteramos que siempre les creeremos; repasamos con ellas su nombre, teléfono y dirección, y cada día, hacemos una oración para que crezcan sanas, seguras y felices.
No puedo decir que nuestra vida familiar gira alrededor de la violencia o su prevención, procuramos que se enteren lo menos posible de lo que pasa en el entorno al respecto, nos esforzamos en que vivan su infancia sin preocupaciones y en protegerlas y que tengan las herramientas para saber reaccionar ante una posible situación que las ponga en peligro.
Y no es solo por lo que día a día vemos en las noticias o en nuestras redes sociales, es por lo que hemos vivido, por lo que las mujeres más cercanas a nosotros han vivido, por las lagrimas que hemos tenido que secar, cada uno en lo particular a lo largo de su vida, a alguna niña o mujer a la que han violentado y le han quitado la esperanza y la alegría por la vida.
Es por esas historias, que se cuentan en medio del llanto, que no se publican, que no salen en los medios, que nadie sabe, pero que nosotros sí, que hacemos todo lo que esté en nuestras manos para que nuestras niñas nunca tengan que contar algo así.
La primera vez que escuché a alguna amiga decir que había sufrido abuso, aunque por supuesto no sabía que se llamaba así, tenía 8 años. Ninguna de las tres que estábamos en esa escalera escuchando la historia sabíamos qué significaba, solo sabíamos que era algo que le dolía y le hacía sentir mal como, si de alguna manera, fuera su culpa.
A partir de ello, han sido no una, ni dos, ni tres veces las que de una manera muy cercana he sabido las heridas que causa en alguien la violencia en todas sus formas, especialmente la sexual. Son heridas físicas y psicológicas que afectan todas las áreas de su vida por muchos años, por no decir toda la vida, y que requieren de mucha ayuda para poder sanar. Son heridas compartidas que no solo las sufre quien ha sido víctima, sino además, quien sabe su dolor.
Y esto es relevante porque la violencia escala, el acoso y hostigamiento se convierten en abuso y violación, las palabras se transforman en golpes y estos en muerte.
Es absolutamente cierto que la violencia en este país es un absurdo y que tenemos vasta experiencia en ella. Nuestra historia se cuenta a base de las guerras y, en el siglo pasado y principios de este, marcan capítulos especialmente relevantes, episodios dolorosos como las desapariciones forzadas, la represión y asesinato de estudiantes, ejecuciones cotidianas por delincuentes organizados y en solitario, en situaciones tan tristes, como la que me entero en este momento en que escribo, de que un primo de mi mamá llamado Pablo fue asesinado al intentar robarlo (es el segundo asesinato por este motivo en mi familia) y un pequeño llamado César, de cinco años, fue encontrado por su misma familia semienterrado bajo un árbol tras meses de búsqueda, todo hoy, mientras el tema en las familias y en las redes son los brutales feminicidios de Ingrid y Fátima. Esta es la desgarradora realidad en la que vivimos, ante la que nos enfrentamos todos los días y que desde hace mucho, nos supera.
En este contexto nacional, hay una violencia, la violencia de género, que tiene su origen en una concepción cultural arraigada y que marca una profunda diferencia con las demás formas de violencia que se padecen día a día. Comprenderla nos acerca un paso más a poder eliminarla de raíz.
La violencia de género se manifiesta cuando hay una concepción de que el cuerpo de la mujer es un objeto o un algo del que se puede disponer con fines sexuales o de demostración de poder; que la mujer por alguna razón tiene una condición de inferioridad y que su sumisión es esperable. Es una violencia que se sostiene, por decirlo de alguna manera, en una base ideológica de discriminación, que busca nulificar la dignidad, desprecia su libertad y en el caso más extremo, su vida. Esta forma de pensar, consciente o no, es la que se encuentra detrás de los diferentes tipos y modalidades de violencia de género, especialmente, en la feminicida. Por ello se dice, que se muere por el solo hecho de ser mujer.
El Código Penal Federal establece con claridad cuáles son las circunstancias que se consideran para determinar si el asesinato a una mujer fue por razones de género, es decir, un feminicidio. Algunas de ellas son que la víctima presente signos de violencia sexual, que se le hayan infringido lesiones o mutilaciones degradantes, que su cuerpo sea expuesto o exhibido en lugar público, entre otras.
Por lo que, para poder erradicar la violencia en este país, hay que irse a las causas de cada una y buscar entonces, soluciones de fondo. Es por ello que es importante hablar de la violencia de género, de la violencia feminicida, no porque las mujeres menospreciemos la vida de los hombres, también tenemos esposos, padres, hijos, amigos y sabemos que toda vida humana tiene dignidad y debe respetarse. La lucha por la vida y por la paz es por todas y por todos, y el legítimo anhelo de una vida sin miedo y sin violencia de género no significa que se minimice la lucha por erradicar todas las violencias.
Ahora bien, la realidad es que la violencia no es un asunto de estadística ni de cifras, las cuales son bien conocidas (México es el país que genera 60% de la pornografía infantil[1] y el primero que la consume, cada día 7 niños y niñas desaparecen, 2720 en los últimos trece meses[2], se estima que cuatro de cada diez mujeres mayores de 18 años sufrieron algún tipo de violencia sexual durante el segundo semestre de 2019. Es decir, más de 6 millones de víctimas por acoso, hostigamiento, abuso, intento de violación y violación y hubo en promedio 10 feminicidios diarios[3]). La violencia es un asunto que afecta la vida de las personas, más allá de posturas políticas o ideológicas. En la última década ha dejado 23,000 niños y niñas huérfanos por feminicidio[4], parejas desoladas, madres y padres con el alma desgarrada, sin posibilidad de salir adelante pues, ¿cómo se vive después ante el cruel asesinato de alguien a quien se ama? ¿Cómo se reconstruye una familia? ¿Cómo se reconstruye un país inundado de sangre?
La conversación pública sobre los crímenes de violencia de género ha tocado todas las aristas posibles y en mucho, creo que ha tocado fondo. Se ha centrado en el repudio, no a los feminicidios, sino a las manifestaciones de protesta, se condenan las pintas a los muros y monumentos, se parodia y toma a juego lo que para muchas es un himno de resistencia (El violador eres tú), se defienden y atacan a priori figuras políticas y sus posicionamientos del tema, se desdeñan los cuestionamientos al respecto y se toman a la defensiva, como si el centro de todo esto, fuera el futuro político de quienes están ahora en la responsabilidad de tomar acciones para su erradicación.
¿Dónde creo que debiera estar el foco de la atención y discusión pública? En el acceso a la justicia, en el acompañamiento y apoyo a las víctimas, en la no revictimización, en el fomento de una cultura de paz y respeto a la libertad y dignidad de las mujeres, en crear condiciones que permitan tener acceso a una vida segura, en políticas públicas eficientes, en que la alerta de género funcione…
Por otro lado, también creo que en la discusión pública debe haber un espacio para recordar con respeto a cada víctima de feminicidio. Cuando se dan únicamente cifras, se despersonaliza y pareciera que los números fueran abstracciones sin rostro, sin afectos, sin nombre.
Exijamos justicia por cada víctima que se ha tenido que convertir en sobreviviente de abusos sufridos en silencio, por cada Dulce, Gaby, Elizabeth, Araceli, María, Christina, Alejandra… por todas aquellas que denunciaron y no han encontrado justicia. Recordemos con amor a Fátima, Ingrid, Mitzy, Karla y Karla Pontigo, Mayra, Luz, Patricia… Exijamos justicia en su memoria, gritemos con toda la indignación que llevamos dentro.
Busquemos cambiar la cultura violenta en este país y asegurémonos como sociedad que nunca tengamos que salir a una marcha a pedir justica por nuestras hijas.
#NiUnaMás #NiUnaMenos
#JusticiaParaTodas
#ParoNacional
[1] Paradigma. (10 de 02 de 2020). Paradigma, un nuevo camino. Obtenido de https://www.paradigma.live/2020/02/10/mexico-produce-el-60-por-ciento-de-pornografia-infantil-del-mundo/
[2] Noticieros Televisa. (19 de 02 de 2020). Televisa News. Obtenido de https://noticieros.televisa.com/ultimas-noticias/que-es-como-funciona-alerta-amber/
[3] Guarneros, F. (16 de 02 de 2020). Excelsior. Obtenido de https://www.excelsior.com.mx/opinion/fabiola-guarneros-saavedra/niunamas/1364370
[4] Subizar, P. (14 de 08 de 2019). El País. Obtenido de https://elpais.com/internacional/2019/08/08/mexico/1565299789_217540.html
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EDITORIAL | TOMO 10
PorALEXANDRA DANIELA CID GONZÁLEZ publicado 2020-09-04 En
Recordar el mundo hasta antes de marzo de este año resulta extraño. De entonces a la fecha, las dudas remplazaron a las certezas y la creatividad se convirtió en una habilidad de supervivencia. La forma de relacionarnos con los demás, incluida nuestra propia familia cambió, nos adaptamos a demostrar afecto a través de la distancia, a trabajar en horarios y espacios compartidos, a encontrar nuevas formas de llevar sustento a casa.
México ha demostrado ser una sociedad resiliente. En medio de una de las épocas más dificiles en los últimos tiempos, que ha dejado a más de cincuenta mil familias de luto tan solo en los últimos meses, en una crisis que no solo es en materia de salud, sino económica y de seguridad, es posible ver ejemplos de personas trabajando por adaptarse al cambio y ayudar, en lo posible, a los demás.
Sin embargo, toda realidad tiene contrastes. Si bien el personal de salud, literalmente, está entregando la vida para luchar contra el virus que ha provocado la contingencia sanitaria, el sistema de salud tiene carencias no solo propias de vivir en una era de pandemia, sino que presenta carestías derivadas de políticas públicas sustentadas en un falso concepto de austeridad. Silvano Vitar explica las premisas sobre las que se fundamentan las políticas de austeridad y por qué y cómo estas al final, matan.
Dante Carrerón por su parte analiza las consecuencias que ha traido la extinción del seguro popular y la creación del INSABI y cómo esto ha influido en la difícil situación del sistema de salud en México.
En el mismo sentido, Pablo López de la Fundación Nariz Roja narra las decisiones que se tomaron para que al día de hoy, niños y niñas con cáncer sigan sufriendo de la falta de medicamentos en el país. Cuenta también acerca del esfuerzo que están haciendo desde esta Asociación Civil para recaudar fondos y apoyar a los padres y madres de familia en su lucha por el abasto de medicinas para sus hijos e hijas.
Por su parte Cristina Guzmán nos aproxima a comprender la realidad que viven las niñas y los niños con hipoacusia, una condición en muchos sentidos invisible. Lo cual, lo hace desde una perspectiva personal al narrar el camino que ha vivido con su hija, y ahora con familias como la suya, que trabajan unidas para lograr mejores condiciones de vida y oportunidades para sus hijos.
Martha Navarro reflexiona sobre los cambios en nuestros tiempos y se centra especialmente en el impacto que estos han tenido en la infancia en México. Le habla a padres y madres, a maestras y maestros, invintándoles a asumir una perspectiva de colaboración, orientada a la comprensión del otro, el cuidado y la búsqueda del bienestar común partiendo del autoconocimiento y la autoestima.
En otro orden de ideas, Alejandro Velázquez rememora cómo ha sido el camino hacia la ciudadanización de los organismos electorales, así como la importancia que tiene el defender su autonomía y por lo tanto, nuestra democracia.
Miguel Peñaflor por su parte analiza las redes sociales como medios de información alternativos y el papel que han tenido en el debilitamiento del monopolio de la información, en la transparencia y en las nuevas interacciones sociales.
En la sección Otras Latitudes, el Diputado argentino Álvaro Martínez identifica cómo en el transcurso de este tiempo, las instituciones democráticas en su país han sufrido distintos atropellos, producto de un enamoramiento de la cuarentena bajo la falsa dicotomía de salud o economía, la cual, nos dice, solo le es funcional a los gobernantes adictos al poder. Escenario que es posible identificar no solo en la Argentina.
Finalmente Camilo Arenas de Colombia, presenta un análisis de la forma en la cual están trabajando los Parlamentos Hispanoamericanos en tiempos de Covid, momento histórico que plantea nuevos desafíos en el uso de las tecnologías en las democracias modernas.
En este décimo tomo de Humanismo y Sociedad, buscamos presentar ejemplos sobre la aportación que se está haciendo desde la sociedad civil organizada a los grandes temas en el México de hoy, así como los cambios y embates que las instituciones democráticas están sufriendo en estos tiempos en América Latina.
Esperamos que todas estas reflexiones contribuyan a la tan necesaria discusión pública y permitan revalorar la aportación de la ciudadanía, así como identificar aquellos conceptos, políticas públicas, posturas y toma de decisiones que ponen en peligro las instituciones de nuestra vida democrática, para poder encontrar puntos de encuentro, hoy más necesarios que nunca.

MENSAJE DEL PRESIDENTE | TOMO 10
PorJUAN FRANCISCO AGUILAR publicado 2020-09-04 En
Al momento de escribir este mensaje, hay más de 55,000 muertes por Covid en México. Día con día se actualizan los datos oficiales en la conferencia del Subsecretario López Gatell, los Secretarios de Salud de los Estados rinden su propio informe y Google tiene un contador que actualiza la información de manera permanente. Invariablemente, los datos son diferentes.
Desde los gobiernos de los Estados se ha manifestado que las cifras presentadas no corresponden con las que ellos reportan, identificándose un desfase de hasta tres semanas y un sub registro de casos y fallecimientos en todo el territorio nacional.
La cantidad de contagios, de personas hospitalizadas -por lo tanto de camas disponibles- y de muertes se han convertido en un recuento automatizado, presente en el discurso diario de gobierno y en el de los medios de comunicación.
El 10 de agosto, cuando había 53,003 mexicanos muertos, el Presidente en su conferencia criticó el conteo de personas fallecidas que hacen los medios de comunicación, en el que se señala el lugar mundial que llevamos en el número de decesos, en el que se ubica a nuestro país en este tema, para al final, decir que esto es muy lamentable (el conteo, no las muertes) y explica lo que a su parecer es la razón de las críticas: “no les gusta el cambio”.
Esta frase resume la postura que el gobierno ha tomado al momento de asumir responsabilidades por el fracaso en la estrategia de salud frente al Covid, frente al desabasto de medicamentos para niños y niñas con cáncer, frente a los años más violentos en la historia del país, en suma, frente a todo.
Esa postura indolente, que no asume responsabilidades, que no muestra capacidad de escucha y de toma de decisiones para cambiar el rumbo frente al fracaso, se ha convertido en un signo característico de este gobierno.
Esta incapacidad para corregir es una negligencia que día a día cobra vidas. Lo que manifiestan al minimizar el conteo en el número de personas contagiadas y fallecidas, es que ven números, no nombres. Se les olvida que cada uno de los números que tanto les molesta que se sigan incrementando es un mexicano o mexicana, que son miles de familias en duelo.
Desde aquí envío mis condolencias a las familias de todos y todas aquellas personas que ya no están por esta terrible tragedia que estamos viviendo. Sirva también como modesto homenaje a las y los panistas a quienes extrañaremos. A las mujeres y hombres del país que se han ido en un corto tiempo por esta enfermedad. Recordamos sus nombres, son irremplazables.
#50milFamiliasdeLuto
#LutoNacional