LÓPEZ OBRADOR: LAS CLAVES DEL POPULISMO
Por Comunicación Social publicado 2019-06-21

POR OSWALDO RÍOS MEDRANO
TWITTER: @OSWALDORIOSEl carácter mesiánico, demagógico y cismático de López Obrador son improntas en su manera de ejercer la política que lo acompañan desde el inicio y no lo han abandonado, o mejor dicho, él a ellas.
Surgido en la política priísta más dinosáurica (se afilió al partido en su natal Tabasco en 1976 y llegó a dirigirlo en 1983), López Obrador asumió con plena conciencia el formar parte del “PRI-gobierno”, después de las masacres estudiantiles de 1968 y de 1971y se mantuvo ahí durante el fraude electoral de 1988.
Comenzó a tener problemas en el PRI cuando no le permitieron realizar cambios que pudieran dar mayor participación política a las bases y lo abandonó cuando le negaron ser candidato a alcalde de Macuspana. Dejó al partido para sumarse a la lucha política del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en el Frente Democrático Nacional y la fundación del PRD en 1989.
A partir de ahí, su asenso es meteórico. Candidato a gobernador por el PRD en 1994 y derrotado por Roberto Madrazo, alegó fraude electoral y organizó una “resistencia civil” en la que alentó a quienes votaron por él a dejar de pagar la luz y otros servicios públicos, tomar pozos petroleros y realizar bloqueos viales (recientemente, ya como presidente, López Obrador decretó que se les perdonaran los adeudos a sus morosos simpatizantes).
Luego logró ser dirigente nacional del PRD en 1996 y obtuvo un crecimiento electoral histórico que le valió quedarse con la candidatura a Jefe de Gobierno en el año 2000, en medio de graves señalamientos de no cumplir con el requisito de residencia para ser candidato, obstáculo que habría salvado, según algunas versiones, gracias a una negociación con el presidente priísta Ernesto Zedillo, a quien por cierto, en sus años de opositor no solía hacer blanco de su discurso de odio, ni nombrarlo como miembro de la “mafia del poder”. El secretario de Educación de López Obrador, Esteban Moctezuma, también lo fue de Zedillo.
Ya como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, su estilo personal como político emergió con claridad meridiana.
Irrespetuoso de las instituciones; voluntarista denodado; desdeñoso del Estado de Derecho; autoritario e impositivo en sus equipos; intolerante a la crítica ciudadana; impulsor de políticas de corte asistencialista; opaco en el manejo de la información pública; enemigo de los contrapesos y la construcción de consensos; dueño de un discurso manipulador, y polarizador; y experto en la promoción de odios sociales. El juicio sobre su figura debe derivar de sus actos y no de sus palabras: López Obrador no es un demócrata, no es un liberal y no es un pacifista. Es un líder populista, nacionalista y profundamente autoritario.
Quien desee profundizar en la historia política personal de López Obrador puede recurrir a dos ensayos luminosos del historiador Enrique Krauze, una de las voces más autorizadas para esclarecer la biografía (hagiografía para muchos de sus súbditos) del primer presidente de la república nacido en Tabasco:
“El mesías tropical”
“El presidente historiador”
A partir de la publicación de “El mesías tropical” en 2006, muchos intelectuales y demócratas liberales encendieron las luces de alarma y comenzaron a caracterizar a López Obrador como un populista. ¿Qué significa ese concepto y cuáles son las claves que podemos identificar en López Obrador que nos permiten clasificarlo de esa manera?
Si se desea abundar en los conceptos teóricos y las categorías de análisis del populismo, una lectura indispensable es la del posmarxista argentino Ernesto Laclau quien en “La razón populista” publicada en 2005, a partir de la observación del peronismo, problematiza este concepto como asunto epistemológico de la ciencia política y refuta las consideraciones que lo encasillan como constructo discursivo, para ubicarlo como un componente fundamental de lo político y la construcción del pueblo como actor colectivo.
Pero hay versiones mucho más críticas. Para Federico Finchelstein, el populismo es: “Una forma de democracia autoritaria que originalmente surgió como una reformulación de posguerra del fascismo”. Podemos decir, que el populismo es una categoría autónoma de análisis que hunde sus raíces en comprensión de una forma específica de ejercicio del poder que no está determinada, o es exclusiva de alguna ideología en lo particular.
Para intelectuales liberales como Mario Vargas Llosa, al preguntarse qué es el populismo, en el prólogo del extraordinario libro “El estallido del populismo” nos responde que es, ante todo, “la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero”.
Ello implica, un proceso de toma de decisiones caracterizado por la inmediatez de los resultados efectistas en detrimento del cumplimiento de la legalidad y la prelación de un criterio racional de mayor beneficio público, aunque su horizonte sea de largo plazo, y por tanto, los réditos políticos para otros. Aspecto incomprensible para el presidente de México que resuelve todos sus proyectos estratégicos teniendo en mente el electoral 2021.
Ahora bien, a las críticas que lo calificaban como populista, López Obrador respondió como acostumbra, con un dicho coloquial en ánimo de simplificar y mofarse del adjetivo: “Si darles apoyos a los pobres es populista, que me anoten en la lista”.
Pero serlo no es solo por petición del aludido. Para el doctor César Cansino, el populismo tiene tres elementos semánticos personales, que por cierto, López Obrador cumple con creces:
- La promoción constante de las formas reactivas hacia las instituciones. (“¡Qué se vayan al diablo con sus instituciones!”).
- La idea de que el líder puede estar mucho más cerca de la gente que los demás políticos y las instituciones, porque es parte de ella. (“Yo ya no me pertenezco, ya soy de la nación”).
- La decisión de fincar todas las esperanzas sobre el espejismo de las masas. (“El pueblo es bueno y sabio. El pueblo no se equivoca”).
Finalmente, tratando de comprender si las principales acciones de López Obrador se ajustan a una conducta populista que pueda poner en predicamento los avances democráticos incipientes que México había construido lenta, pero sostenidamente desde 1997, analicemos las premisas que escribe Loris Zanatta en su libro “El populismo”, a propósito de la categorización de las seis premisas que Isaiah Berlin propone para identificarlo:
- La idea de comunidad en el centro, en reemplazo del individuo.
La idea de denominar su arribo al poder como la Cuarta Transformación de México (antes la Independencia, la Reforma y la Revolución, todos movimientos armados que concluyeron con la expedición de una nueva Constitución), da una idea muy clara del carácter épico que López Obrador anhela se perciba de su movimiento y de sí mismo. Para él, ahora las decisiones de Estado ya no se toman para congraciar a una “minoría rapaz”, sino para favorecer al “pueblo”. El trasvase se completa cuando se autoproclama la encarnación del pueblo (para abundar en este punto revise “El pueblo soy yo” de Enrique Krauze). La clave es que si él decide realizar obras sin licitar, emitir decretos sin constitucionalidad, gastar sin transparentar o regalar dinero en programas sin reglas de operación, no deberíamos preocuparnos, pues es el pueblo quien lo está haciendo y lógicamente el pueblo no gobernaría contra sí mismo. Complementando esas premisas, con la idea de que “el pueblo pone y el pueblo quita”, ¿deberíamos preocuparnos o no por una eventual reelección de López Obrador a petición del “pueblo”?
- El carácter apolítico (o antipolítico) dado que se inspira en valores sociales antes que políticos y considera una mejor democracia a la que cumpla con esos valores sociales, aunque se trate de un autoritarismo despiadado.
Desde el inicio, López Obrador concibió a Morena como un partido-movimiento, en el que la centralidad de la conducción depende de un solo hombre: él mismo. Luego de admitir lo anterior, debemos tener presente que López Obrador logró la más alta votación en la historia de los procesos electorales en la época democrática, construyendo y convenciendo de la idea de que “él no es como todos los políticos” porque “él sí es honesto”. La clave no estaba en demostrar esa honestidad frente a un paradigma mínimo de ética pública, sino del desprestigio escandaloso de todos los demás y la superposición de valores “genuinos” que no obedecen al paradigma de las instituciones. Algo así como su reciente declaración de que es más importante la justicia que la ley, solo que la ley es derecho positivo de observancia general y la idea de justicia solo pervive en la mente del presidente.
- Una aspiración de regeneración basada en la voluntad de devolver al pueblo la centralidad y soberanía que le fueran supuestamente sustraídas.
La regeneración nacional que se ha impuesto y nos está imponiendo López Obrador, parte de la convicción de que los gobiernos “neoliberales” fueron entreguistas con las potencias y organismos financieros internacionales, y por consecuencia, es prioritario recuperar la soberanía alimentaria, científica (sic), energética (sic), educativa (sic) y hasta histórica (sic). La clave es que ese nacionalismo exacerbado que se instrumentaliza en un estatismo redivivo, no puede insertarse proactivamente en un mundo global y a ello obedecen las ausencias del presidente mexicano a los foros internacionales más importantes. Solo hay que acotar que esa “soberanía” también ha aparejado la restitución de una falsa neutralidad ante dictaduras genocidas como la de Nicolás Maduro, por las que Morena y López Obrador tienen tanta afinidad ideológica.
- La pretensión de trasplantar valores de un mundo idílico del pasado a la situación actual.
Las comparaciones políticas entre Luis Echeverría y Andrés Manuel López Obrador y las económicas entre el tabasqueño y José López Portillo, no son maledicencia, sino inescapables observaciones ante su estilo de gobernar y la definición de sus proyectos prioritarios: la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco; la apuesta por combustibles fósiles con la refinería de Dos Bocas; o la construcción del Tren Maya, proyecto turístico en medio de la selva. Los tres son claros ejemplos de una idea trasnochada del desarrollo, la política energética y el cuidado del medio ambiente. La clave consiste en que la visión del futuro del actual gobierno es un viaje al pasado. Basta decir que, según López Obrador, el estratégico Plan Nacional de Desarrollo (severamente cuestionado por su narrativa melodramática carente de instrumentos que permitan medir sus avances) se inspiró en el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, impulsado por los anarquistas hermanos Flores Magón.
- La vocación de dirigirse a la totalidad o a la mayoría del pueblo, separando al resto como antipueblo.
La polarización que López Obrador practica de forma consistente y sistemática al descalificar y adjetivar como fifís, hipócritas, fantoches, machuchones y un largo etcétera (quien guste profundizar en la lista infamante puede consultar el artículo de Gabriel Zaid “AMLO poeta” https://www.letraslibres.com/mexico/politica/amlo-poeta) a quienes expresan sus discrepancias con sus políticas, es un elemento intrínseco a su personalidad maniqueísta: quien no está con él, está contra él. Por eso desde el cargo de mayor poder político no se conduce como jefe de Estado, sino como jefe de partido y sus acciones gubernamentales más importantes no buscan el bien común, sino la abierta preferencia y el premio a quienes se adhieren a su cosmovisión política. La clave es hacer evidente la asimetría que existe entre López Obrador y quienes son blanco de sus ataques, como el periódico Reforma, y que los derechos políticos se ejercen en la ciudadanía, no en la presidencia. Lo que él llama “derecho de réplica”, cuando se ejerce desde el poder es persecución, censura y hostigamiento a la prensa libre.
- La tendencia a emerger en un momentum populista, cuando las sociedades se encuentran en fases convulsionadas de transformación, modernización y disgregación.
Nadie puede negar que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido uno de los peores que se han tenido por la corrupción descarada y la terrible ineficacia de las instituciones públicas para procurar seguridad y calidad de vida a los mexicanos. Pero el peor de sus legados, ha sido la impunidad con la que todos y cada uno de los escándalos de corrupción quedaron sepultados en la desmemoria y el pacto de complicidades que generó con el gobierno morenista. Esa es la política que continúa López Obrador y es, a la vez, el mayor emblema de impunidad: el PRIMOR. Las votaciones recientes en las que el PRI se ha sometido para sacar adelante en el Poder Legislativo los temas de mayor interés presidencial como la Guardia Nacional militarizada, el presupuesto a contentillo presidencial o la (contra) Reforma Educativa, son reveladoras de los acuerdos que prevalecen desde la campaña y que han quedado acreditados con la resolución del Tribunal Electoral que determinó que la Fiscalía General de la República fue utilizada para golpear políticamente al candidato presidencial panista Ricardo Anaya, en el momento de mayor crecimiento electoral y cuando más cerca estuvo de alcanzar a López Obrador.
La transformación histórica que el presidente ha construido discursivamente, solo se acredita en el desmantelamiento de las instituciones y programas gubernamentales por un entramado de esquemas para regalar dinero público; el asedio a los poderes y órganos autónomos que podrían servir de equilibrio; y el detrimento de las libertades públicas ante un permanente acoso gubernamental. Todo ello, perfila con nitidez la imposición de un régimen populista que amenaza a la democracia liberal y que a través del uso faccioso de las instituciones, intentará apropiarse de los gobiernos locales y perpetuarse en el poder. La clave, es que este viejo autoritarismo combinado con un nuevo populismo, pondrá a prueba la resistencia e integridad de la única oposición partidista que enfrenta el presidente: el PAN. ¿Cómo responderá ante el más grande desafío de su historia? Comparado con López Obrador, el PRI al que logró derrotar el panismo, es un juego de niños. ¿Entenderán sus dirigentes que en esa cruzada se jugarán la propia sobrevivencia del partido?
Tiene razón Enrique Krauze: “El populismo es el uso demagógico de la democracia para acabar con ella”.
Bibliografía
Cansino, César y Covarrubias, Israel. 2006. En el nombre del pueblo. Muerte y resurrección del populismo. Centro de Estudios de Política Comparada y Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. México.
Finchelstein, Federico. 2019. Del fascismo al populismo en la historia. Taurus. Argentina.
Krauze, Enrique. 2018. El pueblo soy yo. Penguin Random House. Debate. España.
Laclau, Ernesto. 2006. La razón populista. Fondo de Cultura Económica. México.
Vargas Llosa, Álvaro (Coordinador). 2017. El estallido del populismo. Planeta. España.
Zanatta, Loris. 2014. El populismo. Katz Editores. Argentina.
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EDITORIAL | TOMO 10
PorALEXANDRA DANIELA CID GONZÁLEZ publicado 2020-09-04 En
Recordar el mundo hasta antes de marzo de este año resulta extraño. De entonces a la fecha, las dudas remplazaron a las certezas y la creatividad se convirtió en una habilidad de supervivencia. La forma de relacionarnos con los demás, incluida nuestra propia familia cambió, nos adaptamos a demostrar afecto a través de la distancia, a trabajar en horarios y espacios compartidos, a encontrar nuevas formas de llevar sustento a casa.
México ha demostrado ser una sociedad resiliente. En medio de una de las épocas más dificiles en los últimos tiempos, que ha dejado a más de cincuenta mil familias de luto tan solo en los últimos meses, en una crisis que no solo es en materia de salud, sino económica y de seguridad, es posible ver ejemplos de personas trabajando por adaptarse al cambio y ayudar, en lo posible, a los demás.
Sin embargo, toda realidad tiene contrastes. Si bien el personal de salud, literalmente, está entregando la vida para luchar contra el virus que ha provocado la contingencia sanitaria, el sistema de salud tiene carencias no solo propias de vivir en una era de pandemia, sino que presenta carestías derivadas de políticas públicas sustentadas en un falso concepto de austeridad. Silvano Vitar explica las premisas sobre las que se fundamentan las políticas de austeridad y por qué y cómo estas al final, matan.
Dante Carrerón por su parte analiza las consecuencias que ha traido la extinción del seguro popular y la creación del INSABI y cómo esto ha influido en la difícil situación del sistema de salud en México.
En el mismo sentido, Pablo López de la Fundación Nariz Roja narra las decisiones que se tomaron para que al día de hoy, niños y niñas con cáncer sigan sufriendo de la falta de medicamentos en el país. Cuenta también acerca del esfuerzo que están haciendo desde esta Asociación Civil para recaudar fondos y apoyar a los padres y madres de familia en su lucha por el abasto de medicinas para sus hijos e hijas.
Por su parte Cristina Guzmán nos aproxima a comprender la realidad que viven las niñas y los niños con hipoacusia, una condición en muchos sentidos invisible. Lo cual, lo hace desde una perspectiva personal al narrar el camino que ha vivido con su hija, y ahora con familias como la suya, que trabajan unidas para lograr mejores condiciones de vida y oportunidades para sus hijos.
Martha Navarro reflexiona sobre los cambios en nuestros tiempos y se centra especialmente en el impacto que estos han tenido en la infancia en México. Le habla a padres y madres, a maestras y maestros, invintándoles a asumir una perspectiva de colaboración, orientada a la comprensión del otro, el cuidado y la búsqueda del bienestar común partiendo del autoconocimiento y la autoestima.
En otro orden de ideas, Alejandro Velázquez rememora cómo ha sido el camino hacia la ciudadanización de los organismos electorales, así como la importancia que tiene el defender su autonomía y por lo tanto, nuestra democracia.
Miguel Peñaflor por su parte analiza las redes sociales como medios de información alternativos y el papel que han tenido en el debilitamiento del monopolio de la información, en la transparencia y en las nuevas interacciones sociales.
En la sección Otras Latitudes, el Diputado argentino Álvaro Martínez identifica cómo en el transcurso de este tiempo, las instituciones democráticas en su país han sufrido distintos atropellos, producto de un enamoramiento de la cuarentena bajo la falsa dicotomía de salud o economía, la cual, nos dice, solo le es funcional a los gobernantes adictos al poder. Escenario que es posible identificar no solo en la Argentina.
Finalmente Camilo Arenas de Colombia, presenta un análisis de la forma en la cual están trabajando los Parlamentos Hispanoamericanos en tiempos de Covid, momento histórico que plantea nuevos desafíos en el uso de las tecnologías en las democracias modernas.
En este décimo tomo de Humanismo y Sociedad, buscamos presentar ejemplos sobre la aportación que se está haciendo desde la sociedad civil organizada a los grandes temas en el México de hoy, así como los cambios y embates que las instituciones democráticas están sufriendo en estos tiempos en América Latina.
Esperamos que todas estas reflexiones contribuyan a la tan necesaria discusión pública y permitan revalorar la aportación de la ciudadanía, así como identificar aquellos conceptos, políticas públicas, posturas y toma de decisiones que ponen en peligro las instituciones de nuestra vida democrática, para poder encontrar puntos de encuentro, hoy más necesarios que nunca.

MENSAJE DEL PRESIDENTE | TOMO 10
PorJUAN FRANCISCO AGUILAR publicado 2020-09-04 En
Al momento de escribir este mensaje, hay más de 55,000 muertes por Covid en México. Día con día se actualizan los datos oficiales en la conferencia del Subsecretario López Gatell, los Secretarios de Salud de los Estados rinden su propio informe y Google tiene un contador que actualiza la información de manera permanente. Invariablemente, los datos son diferentes.
Desde los gobiernos de los Estados se ha manifestado que las cifras presentadas no corresponden con las que ellos reportan, identificándose un desfase de hasta tres semanas y un sub registro de casos y fallecimientos en todo el territorio nacional.
La cantidad de contagios, de personas hospitalizadas -por lo tanto de camas disponibles- y de muertes se han convertido en un recuento automatizado, presente en el discurso diario de gobierno y en el de los medios de comunicación.
El 10 de agosto, cuando había 53,003 mexicanos muertos, el Presidente en su conferencia criticó el conteo de personas fallecidas que hacen los medios de comunicación, en el que se señala el lugar mundial que llevamos en el número de decesos, en el que se ubica a nuestro país en este tema, para al final, decir que esto es muy lamentable (el conteo, no las muertes) y explica lo que a su parecer es la razón de las críticas: “no les gusta el cambio”.
Esta frase resume la postura que el gobierno ha tomado al momento de asumir responsabilidades por el fracaso en la estrategia de salud frente al Covid, frente al desabasto de medicamentos para niños y niñas con cáncer, frente a los años más violentos en la historia del país, en suma, frente a todo.
Esa postura indolente, que no asume responsabilidades, que no muestra capacidad de escucha y de toma de decisiones para cambiar el rumbo frente al fracaso, se ha convertido en un signo característico de este gobierno.
Esta incapacidad para corregir es una negligencia que día a día cobra vidas. Lo que manifiestan al minimizar el conteo en el número de personas contagiadas y fallecidas, es que ven números, no nombres. Se les olvida que cada uno de los números que tanto les molesta que se sigan incrementando es un mexicano o mexicana, que son miles de familias en duelo.
Desde aquí envío mis condolencias a las familias de todos y todas aquellas personas que ya no están por esta terrible tragedia que estamos viviendo. Sirva también como modesto homenaje a las y los panistas a quienes extrañaremos. A las mujeres y hombres del país que se han ido en un corto tiempo por esta enfermedad. Recordamos sus nombres, son irremplazables.
#50milFamiliasdeLuto
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